top of page

RELACIONES SANAS: LAZOS FUERTES

  • Foto del escritor: Ariel Romero Lopez
    Ariel Romero Lopez
  • 1 may
  • 7 Min. de lectura

Actualizado: hace 10 horas

Las buenas relaciones entre nosotros son una prioridad dentro del Reino de Dios, porque en Su Reino todo se edifica precisamente en relaciones.


  • La Trinidad convive en una perfecta armonía de tres personas: “Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno. Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan” (I Jn.5:8).

  • Dios quiso restaurar inmediatamente la relación rota con Adán y Eva, por medio de la promesa de esperanza de la venida del Hijo de Dios para reconciliarnos a todos con él: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar” (Gen.3:15).

  • Grandes secciones de las Cartas del Nuevo Testamento tratan del manejo espiritual de las relaciones y de la convivencia, los cuales son parte de lo que se conoce como la “sana doctrina” (que tiene un reflejo práctico como efecto de aceptar la verdad evangélica).


LAS RELACIONES SANAS SON VITALES

Dios nos diseñó con la necesidad de relacionarnos con los demás, y al desarrollarnos en ello encontramos nuestra más perfecta realización: “Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él” (Gen.2:18). “Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante” (Ecl.4:9,10).

Las buenas relaciones son posibles gracias al poder de Dios: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gal.5:22,23).


LA RELACIÓN COMO CONFIRMACIÓN DE LA CONVICCIÓN

La verdadera madurez cristiana se comprueba con la capacidad de relacionarnos eficazmente con los demás. Demostramos lo que somos por nuestra paciencia, por nuestra bondad, por el Espíritu Santo que está en nosotros, y por nuestro amor sincero” (II Cor.6:6 NTV). Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto” (St.3:2). “¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre” (St.3:13). “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Ef.4:13).

Lo que demuestra nuestra madurez es nuestra disposición a conseguir la armonía entre nosotros. Esto agrada a Dios.

  • No nuestro estatus social o trasfondo: “Pero de los que tenían reputación de ser algo (lo que hayan sido en otro tiempo nada me importa; Dios no hace acepción de personas)” (Gal.2:6).

  • No nuestros talentos o sabiduría: “Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve” (I Cor.13:1-3).

  • No es por la experiencia: “Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos... Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor” (Ap.2:2,4).

  • No es por un gran trabajo o sacrificio: “Has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado. Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor” (Ap.2:3,4).

Esta confirmación de madurez espiritual se debe aplicar en los todos los entornos de nuestra vida:

  1. Dentro del matrimonio: “Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, considerando vuestra conducta casta y respetuosa. Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios” (I Pe.3:1-4).

  2. Entre los familiares: “Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mt.5:15,16).

  3. Para la iglesia: “Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer” (I Cor.1:10).

  4. Frente la sociedad: “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres” (Rom.12:18). “Pedid por la paz de Jerusalén; sean prosperados los que te aman. Sea la paz dentro de tus muros, y el descanso dentro de tus palacios” (Sal.122:6,7). “Y procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar, y rogad por ella a Jehová; porque en su paz tendréis vosotros paz” (Jer.29:7).


CONSIGUIENDO LA MUTUA UNIDAD

Para poder llevarnos bien, como le agrada al Señor, hay una regla doble:

  • Que no nos sintamos menos que nadie en la casa de Dios: “Siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor” (Ef.4:15,16).

  • Que no nos sintamos más que nadie en la casa de Dios: “Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno” (Rom.12:3). “¿Acaso ha salido de vosotros la palabra de Dios, o sólo a vosotros ha llegado? Si alguno se cree profeta, o espiritual, reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor” (I Cor.14:36,37). “Yo he escrito a la iglesia; pero Diótrefes, al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos, no nos recibe” (III Jn.1:9).

Cualquiera de estas dos cosas podría hacer que viviéramos en aislamiento, lo cual impediría drásticamente nuestro crecimiento personal y espiritual.


LOS CONSEJOS UNIFICADORES DE LA BIBLIA

Como consejos prácticos para mejorar las relaciones entre nosotros podemos mencionar, entre otros, los siguientes aspectos:

  • No tenga expectativas demasiado altas acerca de las personas: “Porque todos ofendemos muchas veces” (St.3:2).

  • Aunque no siempre estemos de acuerdo en todos los detalles, aún así podemos “vivir en acuerdo”: “¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?” (Am.3:3). “Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel” (Mt.5:25).

  • No te fijes tanto en los detalles insignificantes acerca de las demás personas: “Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo” (Gal.6:2). “Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados” (I Pe.4:8). 


LA RECONCILIACIÓN: PERFUME AGRADABLE A DIOS

Para el Señor es muy importante procurar sanar las relaciones rotas:

  • Por medio de buscar la concordia: “Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano” (Mt.18:15-17). “Ruego a Evodia y a Síntique, que sean de un mismo sentir en el Señor” (Fil.4:2).

  • Por medio de pedir perdón y reconocer cuando hemos fallado: “El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición” (Mal.4:6). “Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti” (Lc.15:18).

  • Por medio de otorgar un perdón sincero: “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mt.6:12). “Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete” (Mt.18:21,22). “Y al que vosotros perdonáis, yo también; porque también yo lo que he perdonado, si algo he perdonado, por vosotros lo he hecho en presencia de Cristo, para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones” (II Cor.2:10,11). “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros” (Col.3:12,13).


LAZOS FORTALECIDOS POR EL SEÑOR

Nuestro Dios quiere que nosotros como sus hijos procuremos y desarrollemos lazos muy fuertes entre nosotros, para que seamos irrompibles ente las adversidades y ataques del enemigo:

  • Los 10 Mandamientos dados a Israel en Éxodo 20 tienen qué ver con la fortaleza de las buenas relaciones. Son “mandamientos relacionales”. Los cuatro primeros habla de nuestra buena relación con Dios, y los otros seis tratan de nuestra buena relación con el prójimo.

  • Podemos llegar a ser amigos en la fe, lo cual es un paso más allá que ser hermanos: “Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer” (Jn.15:15). “El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo; y amigo hay más unido que un hermano” (Pr.18:24).

  • Podemos lograr grandes cosas cuando unos unimos en el propósito del Reino de los Cielos: “Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos” (Ef.4:1-6).


LLAMADO AL AMOR Y A LA PAZ

Procuremos en todo tiempo agradar a nuestro Dios por medio de la disposición de corazón a estar bien entre nosotros mismos.

“Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mt.5:9).

“Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados” (Heb.12:14,15).


Por:

ARIEL ROMERO LÓPEZ

(C) 2025

Ministerio Vino y Aceite Internacional





 
 
 

Comments


Escríbeme una nota. Déjame saber qué piensas.

Gracias por escribirme

© Ariel Romero Lopez

bottom of page