SABIOS EN CADA ETAPA
- Ariel Romero Lopez
- 30 may
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 31 may
Transitar bien la vida requiere una guía segura. La comunión con Dios nos garantiza caminar la vida con victoria a cada paso. El salmista dijo: “Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría” (Sal.90:12).

DISCERNIENDO EL CICLO DE LA VIDA
Nuestro paso por la tierra se desarrolla en etapas, cada una de ellas con sus peculiaridades. En esencia, ser sabios en cada etapa es reconocer el diseño humano que Dios ideó, y asumirlo, porque esto demostraría honrarle humildemente.
Nunca debemos desdeñar la etapa que estamos viviendo:
Por ejemplo, un chico o una chica no debe desesperarse por crecer antes de su tiempo. “Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal” (Mt.6:34).
Por ejemplo, no sería inteligente para un anciano querer vivir las experiencias deportivas o “aventurescas” propias de la juventud, que podrían poner en riesgo su salud o su integridad física, o bien su testimonio personal.
En nuestro mundo, pues, tenemos a adolescentes queriendo vivir las experiencias de los adultos, o también a personas adultas queriendo vivir todavía como niños. Solteros viviendo como casados, y casados viviendo como solteros. Etcétera.
¡Si solo respetáramos alegremente nuestro diseño divino disfrutaríamos mucho más nuestra jornada, y además aprovecharíamos mejor la experiencia adquirida en cada paso.
La idea de “entender bien la vida” afecta nuestra percepción acerca de Dios, y por tanto nuestra relación con Él, porque la rebeldía de nuestro propio corazón podría llevarnos a vivir enojados contra Él por no estar conformes con Sus leyes establecidas y Sus procesos soberanos.
PECULIARIDADES DE LA VIDA
Todas las etapas de la vida tienen su singularidad. Por lógica general, se considera que las etapas de la vida de los seres humanos sean 8, según su edad aproximada, a saber las siguientes:
La primera infancia, de los 0 a los 3 años de edad.
La niñez temprana, de los 4 a los 6 años.
La niñez intermedia, de los 7 a los 10.
La adolescencia, de los 11 a los 17.
La juventud, de los 18 a los 35.
La madurez, de los 36 a los 50.
La adultez madura, de los 51 a los 65.
La tercera edad, de los 66 en delante.
Aunque cada una de estas etapas son muy distintas la una de la otra, aún así comparten cuatro cualidades inherentes similares:
Todas ellas tienen sus desafíos que debemos afrontar: “Bueno le es al hombre llevar el yugo desde su juventud” (Lm.3:27).
Todas ellas nos presentan oportunidades únicas que debemos aprovechar: “Me volví y vi debajo del sol, que ni es de los ligeros la carrera, ni la guerra de los fuertes, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas, ni de los elocuentes el favor; sino que tiempo y ocasión acontecen a todos” (Ecl.9:11).
Todas ellas conllevan una gran belleza que debemos descubrir y agradecer: “Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin” (Ecl.3:11).
Todas ellas tiene un principio y un fin marcado, y cada una nos prepara para la siguiente.
AJUSTARNOS A CADA MOMENTO PARTICULAR
Además de discernir nuestra etapa de vida actual a cada paso, ocuparemos realizar ajustes personales al transitar de un “momento de vida” hacia otro, por lo mínimo en los siguientes tres aspectos:
AMOLDARNOS: La importancia de amoldarse a los recursos disponibles. Ya sean la fortaleza física, el tiempo disponible, las relaciones adquiridas, los logros obtenidos, los consejos escuchados, etc. “¿Y quién de vosotros podrá con afanarse añadir a su estatura un codo? Pues si no podéis ni aun lo que es menos, ¿por qué os afanáis por lo demás?” (Lc.12:25,26).
ADAPTARNOS: La importancia de adaptarse a los cambios. San Pablo dijo claramente: “Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño” (I Cor.13:11).
SOBREPONERNOS: La importancia de sobreponerse a la rudeza del camino. “El cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios. Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación” (II Cor.1:4,5).
Poniéndonos en las manos de nuestro Dios podemos irnos ajustando a cada paso, confiando en su hermoso plan para nosotros. “Y descendí a casa del alfarero, y he aquí que él trabajaba sobre la rueda. Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla. Entonces vino a mí palabra de Jehová, diciendo: ¿No podré yo hacer de vosotros como este alfarero, oh casa de Israel? dice Jehová. He aquí que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh casa de Israel” (Jer.18:3-6).
CONSEJOS RECOGIDOS EN EL CAMINO
Una de las más arriesgadas formas de pasar la vida es “experimentar de todo” para luego “enterarme si hice mal o bien”. “Dije yo en mi corazón: Ven ahora, te probaré con alegría, y gozarás de bienes. Mas he aquí esto también era vanidad” (Ecl.2:1). “Miré yo luego todas las obras que habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí, todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol” (Ecl.2:11).
Para esto, ¡que útiles son los consejos de la Biblia relacionados con el “paso de la vida”!
Debemos decidir batallar más bien en las primeras etapas, para cosechar su fruto después, ¡pero no al revés!, o sea querer “gastarnos” los recursos de tiempo y salud tan rápido que luego tengamos qué batallar en las posteriores etapas de la vida. “Bueno le es al hombre llevar el yugo desde su juventud” (Lm.3:27).
Debemos aprender las lecciones que los vaivenes de la vida nos brindan. “En el día del bien goza del bien; y en el día de la adversidad considera. Dios hizo tanto lo uno como lo otro, a fin de que el hombre nada halle después de él” (Ecl.7:14).
Debemos comprometernos a caminar de la mano de Dios para afrontar con éxito los retos de cada etapa. “El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre” (Ecl.12:13).
Debemos usar nuestra capacidad de meditar y observar, con el fin de hacer conclusiones útiles que nos hagan mejores cada día: “Joven fui, y he envejecido, y no he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan” (Sal.37:25).
Debemos cultivar la actitud de victoriosos, dejando el papel de “víctimas” de las circunstancias. “Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Rom.8:37).
Cambiemos la mentalidad de simples “sobrevivientes” ante la vida, pasando hacia una mente renovada de “vivos” que disfrutan a plenitud el regalo de la existencia. En Cristo, no solo “sobrevivimos”, sino que “realmente vivimos”; no funcionamos “al límite de nuestras fuerzas”, pero mas bien habitamos en la “vida abundante” que Jesús prometió.
ALMAS SABIAS EN ESTE MUNDO
Pero, ¿cómo aprender a ser sabios para la vida?
En Salmos 90:12 dice: “Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría”.
Si nos fijamos bien, allí mismo en este verso nos explica cómo “traer” esa valiosa sabiduría divina hacia nuestros corazones, para que así pasemos de ser “necios” a ser sabios, a través de usar los cuatro elementos que nos revela:
APRENDIZAJE. Dice “enséñanos”. La sabiduría es algo que se puede aprender. Es aprendizaje adquirido en la convivencia con Dios, primeramente, pero también por la intencional exposición a los medios que él pone a nuestra disposición para lograrlo (el mentoreo, la lectura, etc. Recuerda que para crecer, tenemos qué querer.
ENFOQUE. Dice “de tal modo”; o sea que la sabiduría tiene que ver con el filtro que escogemos para evaluar nuestra vida, así como “la lectura” que hacemos de nuestras propias circunstancias.
ANÁLISIS. Dice “a contar”. En esto hay que realizar “una contabilidad” o una cuenta. Tiene que ver con “analizar datos” personales, con reflexión, con meditar ideas, con pensar mejor y mejorar las cosas cada día.
EXPERIENCIA. Dice “nuestros días”. Esto tiene qué ver con aprender de nuestra propia historia personal, y tomar en cuenta a propósito las lecciones extraídas de nuestros aciertos y errores. Es ser lo suficientemente honestos para ver con realidad la administración que hemos hecho de nuestra vida en el pasado, a la vez que reconocer y enfocar la época presente que nos toca vivir en cada periodo; pero también tiene relación con ser realistas al calcular cuánto tiempo de vida nos queda disponible, aproximadamente.
Si tomamos en cuenta estos cuatro aspectos, tendremos las herramientas para ser sabios.
¡Y dije “sabios”, que es mucho más que ser simplemente “inteligentes”!
El Libro de Proverbios nos dice: “Sabiduría ante todo; adquiere sabiduría; y sobre todas tus posesiones adquiere inteligencia” (Pr.4:7). “Compra la verdad, y no la vendas; la sabiduría, la enseñanza y la inteligencia” (Pr.23:23).
Entonces, seamos sabios, para lograr honrar a Dios al vivir bien nuestras vidas.
Por
ARIEL ROMERO LÓPEZ
(C) 2025
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