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PEREGRINOS Y EXTRANJEROS

¿Alguna vez has vivido como extranjero en un país fuera del tuyo?

¿Alguna vez has tenido “sorpresas” o imprevistos durante algún viaje o periodo de vacaciones fuera de tu nación?

¿Alguna vez has visto el programa de TV Preso en el Extranjero, en el que se relata lo complicado que es caer en manos de las autoridades locales en un país que no es el tuyo?


En muchos niveles y por todas las razones, los hijos de Dios debemos vernos a nosotros mismos como extranjeros en esta tierra, porque en realidad solo vamos de paso.

La Biblia nos dice acerca de ciertos personajes que ejemplificaron una fe inquebrantable en Dios, que “conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra”(Heb.11:13).

Las faenas de este mundo, con sus altibajos, sus malas noticias y sus cambios repentinos, desestabilizan nuestra serenidad interior, aun hasta el punto de llegar a pensar “¿a dónde iremos a parar?” ¡Necesitamos una clase de “agarre fuerte” al cual anclar nuestra vida!

Nuestra tendencia es concentrarnos solo en nuestra realidad temporal, pero al no ser ésta perfecta nos desanimamos. Por otra parte, debemos disfrutar siempre nuestra esperanza celestial y nuestra condición espiritual, la cual tiene el poder de impartirnos el gozo más insuperable.

¡La vida eterna que portamos dentro no tiene altibajos!

Escuchemos bien lo que nos enseña Jesús:

“Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Jn.16:33).

“No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino” (Lc.12:32).

“No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?” (Mt.6:31).

“Mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin.“ “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí” (Mt.24:6; Jn.14:1).

¿Estamos escuchando bien al Maestro?

  • Confiad…

  • No temáis…

  • No os afanéis…

  • No os turbéis…

¡Vaya palabras de aliento!

Analicemos a continuación las implicaciones y las glorias de nuestro estado actual de extranjería espiritual a la luz de éste claro versículo, dentro de su contexto en el capítulo 11 de la Carta a los Hebreos, el conocido pasaje de los Héroes de la Fe.


UNA VIDA DE FE

La vida de un peregrino es una vida de fe. Sale de un lugar a otro, pero sin saber todos los detalles. Sin embargo, aún así  realiza su viaje.

El contexto de nuestro texto nos pone el ejemplo de Abraham, de quien se nos relata que “por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (Heb.11:8-10; cf. Gen.22:1–14; 48:8–16; 50:22–25 ).

Los hombres de fe en la antigüedad  se movieron creyendo las promesas, y por cuanto las creyeron las “miraron de lejos”.

¡La fe mira las cosas con los ojos del Espíritu! La verdadera fe en Dios sucede cuando no has recibido todavía lo que Dios te ha prometido, y aun así le crees.

Pregúntate:

¿Crees todavía en Dios, aún cuando no han salido las cosas como tú pensaste?

¿Crees aunque no te contestó lo que querías oír y no te concedió lo que querías recibir?

¡Eso es la fe!

Nuestros antecesores “lo vieron de lejos con los ojos de la fe y lo saludaron, reconociendo así que eran gente de paso sobre aquella tierra”. ¡Seamos como ellos, quienes, como tenían fe, “vieron” en su espíritu las promesas de Dios.


NO SOLO “EXTRANJEROS”, TAMBIÉN “PEREGRINOS”

Hay una diferencia entre ser “extranjero” y ser “peregrino”. Nosotros somos las dos cosas. Extranjero es aquel forastero que está en una tierra que no es la suya. Como consecuencia:

  • No tiene los mismos derechos.

  • No sabe toda la cultura, el idioma, las costumbres y las leyes del lugar en el que está.

  • No cuenta con las relaciones necesarias para acomodarse a trabajar o hacer negocios fácilmente.

  • Tiene muchas restricciones.

  • Le cuesta mucho más ser aceptado que los lugareños.

Muchas veces los extranjeros son vistos mal, por ejemplo, con desconfianza y con recelo, como personas extrañas.

Un peregrino, por su parte, es mas una persona que sale de su lugar para adorar o ir a rendir culto a algún templo, esto durante alguna fiesta importante o celebración de su religión. Los peregrinos:

  • Pasan muchas peripecias para llegar y regresar, pero deben cumplir “si o si” con las fiestas relativas a su creencia.

  • Deben hacer un gasto fuerte por su fe, porque por lo general llevan a su familia, a quienes desean inculcar sus convicciones.

Algunos ejemplos bíblicos son:

  • Ana, mujer de Elcana, fue una “peregrina”, cuya historia se narra en I Samuel 1, quien siendo estéril realizó un viaje a Jerusalén para orar al Señor en el templo. ¡Su súplica fue respondida con el nacimiento de un hijo varón, el profeta Samuel!

  • Jesús mismo fue un “peregrino” cuando realizó con su familia un viaje a Jerusalén a la edad de 12 años para celebrar la Pascua. ¡Fue grande el despliegue de su sabiduría cuando asombró en el Templo a los religiosos más eruditos!

¡Así somos nosotros, los creyentes en Cristo! Como “extranjeros”, nos hacemos fuertes para funcionar en medio de una “cultura” que no es precisamente la nuestra, pero sin perder nuestra esencia. Como “peregrinos” vamos hacia la Nueva Jerusalén, y nos esforzamos para llegar con todos los nuestros hasta el Templo Celestial para adorar.

Dijo el salmista, peregrinando: “¿Quién me llevará a la ciudad fortificada? ¿Quién me llevará hasta Edom? ¿No serás tú, oh Dios?” (Sal.60:9,10).

Decía San Pablo: “No os conforméis a este siglo” (Rom.12:2).

Hebreos concluye: “Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad” (Heb.11:14-16).


SOMOS LO QUE CONFESAMOS: ¡CONFESEMOS LO QUE SOMOS!

El texto dice que ellos confesaron lo que eran, “extranjeros y peregrinos”. Así es como se reconocían a ellos mismos. El hecho de nuestra extranjería actual es algo que debemos reconocer, porque esa es la verdad que nos define. Una versión alterna dice que ellos caminaron “aceptando con gusto lo que eran”.

Y tú, ¿aceptas lo que eres?

Hay un gran estrés interno cuando tú no aceptas lo que eres, cuando te niegas a agradecer tu identidad. En esa actitud no hay disfrute, no hay paz, solo frustración y disgusto. Sin embargo, hay un descanso interior enorme en aceptar nuestra condición, y un gran poder en adaptarnos a ella, para lograr lo mejor durante nuestro peregrinaje temporero en este mundo.

Ellos coincidieron en que eran extranjeros y nómadas aquí. ¡Y lo aceptaron con gusto!


NO RECIBIERON LAS PROMESAS

En un hecho solemne, nuestro texto aclara que “en fe murieron todos éstos sin haber recibido las promesas”.

¿No parece esto algo extraño a primera vista? ¿No podría esto desanimar al creyente por un momento?

No, porque al dejarnos saber este hecho Dios no nos está negando el acceso a sus promesas ni a la seguridad de su cumplimiento. De hecho, las vidas de estos héroes son ejemplares por arrebatar las promesas mediante la fe. Mas bien aquí se nos están aclarando dos cosas muy importantes:

  1. Que ellos pusieron un fundamento para nosotros, luchando por fundar nuestra plataforma. Los antiguos pagaron el precio por nosotros, para conquistar lo que ahora disfrutamos, ¡y aún así lo hicieron con gozo!, “proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros” (Heb.11:40).

  2. Que se constituyeron un modelo de compromiso total, de la entrega de cambiar lo terrenal por lo celestial “sin chistar”, quienes al comparar lo tangible con lo intangible supieron tomar la mejor decisión en el caso, ¡con total resolución y arrojo! “Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos” (I Cor.10:11).

Hermano: ¡No pienses solo en las promesas que aún no han llegado, sino con las que ya cuentas!

Muchos mártires que nos dio la historia cristiana vieron truncados sus “planes de vida”, y no disfrutaron de tanta abundancia o comodidad como nosotros; pero, sin embargo, merecidamente el galardón de ellos será mucho mayor que el nuestro en el cielo. “Conforme a su fe murieron”, y a veces a causa de su fe, escogiéndolo sin vacilar, ¡aún a precio de “no haber recibido el cumplimiento de las promesas”!

“Otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección. Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra. Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido” (Heb.11:35-39).

¿Cómo se puede lograr decidir por este ilógico “intercambio”? Solo con una fe fuerte, con una mentalidad de extranjeros y “gente de paso”, como también lo hizo Jesús, quien “por el gozo puesto delante de él, menospreció el oprobio” (Heb.12:2).

La vida de un extranjero es de sacrificios. Pero en esta luz, el hecho que mas nos deja perplejos no es que no hayan alcanzado las promesas, sino que aún así mantuvieron su confesión de fe.

¿Se puede “vivir” por la fe y morir sin recibir”? Pues esto es lo que dice aquí, que “todos ellos vivieron por la fe y murieron sin haber recibido las cosas prometidas”. Debemos creer que Dios sabe lo mejor.

Medita: No necesitamos primero recibir para poder creer; mas bien creer primero para poder recibir.

“Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió” (Heb.10:23).


“SALUDANDO” LO QUE NOS PERTENECE

Los héroes que nos dieron historia en la fe se mantuvieron “como viendo al Invisible” (Heb.11:27). Y dice que todo lo prometido “lo saludaron”. Pero, ¿qué significa esto?Es decir, abrazándolo, con toda la connotación de “disfrutarlo de antemano”, y de vivir en el pleno gozo de ello. Aunque no llegó a ser para ellos un palpable gozo exterior, tampoco les impidió que fuera un placer interior, antes bien lo usaron como una fuerza que provoca victoria en su condición actual.

Los fuertes de la fe mencionados no alcanzaron a palpar las promesas, pero pudieron hacerlas parte de ellos, “dándoles la bienvenida desde la distancia”. Saludar, según la idea original del verso, es “besar dando la bienvenida, anticipando la llegada”.

Con los ojos espirituales, ellos sí que vieron las promesas y se alegraron, aunque sabían que en este mundo ellos estaban de paso, como los extranjeros. Ellos reconocieron esos beneficios a lo lejos, como el padre del hijo pródigo, que se preparó imaginando el abrazo físico que le daría cuando llegara, mientras que en realidad ya se lo estaba brindando desde lo interior.

¡La gente de fe anticipa!

Ahora bien:

¿Tenemos nosotros esa fe de esperar con tanta seguridad en las promesas de Dios, que ya somos parte de ellas y ellas parte de nosotros?

¿Disfrutamos lo suficiente la promesa del cielo y de adorar al Padre, sabiendo que es nuestra, aunque aún no la veamos?

¿Nos gozamos en la futura conversión de todos los nuestros, con gran convicción y placer, aun cuando no lo hemos palpado?

¿Descansamos tranquilos en el cuidado del Señor sobre nosotros para los años venideros, aunque no conocemos a plenitud lo que nos ha de venir?

¡Esa es la marca de una vida de fe! Es el ejemplo que nos pusieron quienes nos mostraron cómo vivir con mentalidad de peregrinos. Sabiendo que tienen ciertos “derechos de paso” los aprovechan, pero siguen caminando decididamente hacia una patria mejor.


“DE PASO” POR EL PLANETA TIERRA

Cuando dice aquí que somos “advenedizos” (como traduce una de las mejores versiones bíblicas), nos está dando a entender que somos personas que “solo vamos de paso”, que estamos “de pasada” por aquí.

“Yo les he dado tu palabra”, oró Jesús, “y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal” (Jn.17:14).

Es por esto que vivimos una vida diferente, y un tanto extraña para las demás personas: “A éstos les parece cosa extraña que vosotros no corráis con ellos en el mismo desenfreno de disolución, y os ultrajan” (I Pe.4:4).

Somos orgullosamente diferentes, y como todo extranjero “cuidamos nuestras costumbres”.

No nos quedamos, no nos acomodamos, no nos adaptamos, porque vamos a otra mejor ciudad.

  • Por eso vivimos una vida diferente, y nos guardamos del mal.

  • Por eso trabajamos voluntariamente para el reino de Dios.

  • Por eso ofrendamos, diezmamos y damos de lo nuestro para la obra de Dios.

Ahora bien, en la realidad, a veces nos aferramos demasiado a las cosas terrenales, y no nos dedicamos lo suficiente a prepararnos para nuestra patria celestial.

¡Recordemos siempre que estamos de paso por la tierra! Como creyentes en Cristo, vivimos de tal forma que los logros terrenales no nos deslumbran como a los demás, porque pensamos más en nuestro verdadero país, en nuestra nación permanente, donde tenemos ciudadanía y residencia legal.

“Porque por ahí andan muchos”, decía Pablo, “de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal. Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas” (Fil.3:18-21).

“Si, pues, habéis resucitado con Cristo”, seguía exhortando el apóstol, “buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria” (Col.3:1-4).


EXTRANJEROS CON PROPÓSITO

Aceptar que eres extranjero es aceptar cierto grado de penurias, pero asumirlo con gozo es disfrutar tu condición y usarla para tu ventaja, porque el que está de paso tiene ocasionalmente ciertos beneficios. Por ejemplo, tú le das un pan a un extranjero, pero no necesariamente a un vecino. Hay leyes en muchos países que protegen a los extranjeros, el “derecho de extranjería”. 

El hecho de nuestra extranjería como creyentes tiene implicaciones muy importantes:

  • Que somos personas especiales sobre la tierra. “

  • Que somos embajadores de nuestro pueblo sobre la tierra.

“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (I Pe.2:9).

Un fenómeno que ocurre en toda migración es que, una vez que un extranjero enfrenta todos los retos de su condición, se superpone mentalmente, y llega a convertirse en un referente local distinguido, superando aún a los nacionales.

¡Quien sabe si tu y yo, como “ajenos en esta cultura”, lleguemos a marcar la historia mediante el uso de nuestra “sabiduría e inteligencia espiritual” (Col.1:9).

  • Así le pasó a José en Egipto, quien proveyó consejo al Faraón para paliar el hambre en la región.

  • A Esther en el Imperio Persa, quien proveyó intercesión contra la opresión.

  • Así le pasó a Daniel en Babilonia, quien proveyó consejo y testimonio de la verdad al gobierno y a la realeza.

  • Etc.

¡Benditos los que nos reciban, porque serán benditos! Y los demás, por lógica, se perderán esta bendición!

¡La gente, a veces, no atesora la bendición de tenernos a nosotros entre ellos! Pero la Biblia lo establece.

“Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Gen.12:3).“Entonces respondió Jehová: Si hallare en Sodoma cincuenta justos dentro de la ciudad, perdonaré a todo este lugar por amor a ellos” (Gen.18:26).

“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres” (Mt.5:13).

“Y si en algún lugar no os recibieren ni os oyeren, salid de allí, y sacudid el polvo que está debajo de vuestros pies, para testimonio a ellos. De cierto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para los de Sodoma y Gomorra, que para aquella ciudad” (Mt.6:11).

“Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mt.25:49).

“De los cuales el mundo no era digno” (Heb.10:38).


¡TODO UN LAPSO DE VIDA!

Hebreos 11:13 nos dice que “todas esas personas murieron”. Entonces, ahora es el turno de nosotros. Ellos ya pasaron, y ahora nos toca guardar la fe a nosotros. De hecho, el sentido del versículo en cuestión es que “todos estos grandes hombres mantuvieron la fe toda la vida hasta que murieron”. ¡Ese es el verdadero resumen de sus vidas! Vivieron por fe y murieron en fe. ¡Ese fue su epitafio, y esa también debe ser nuestra actitud! “Ellos murieron sin recibir lo que Dios les prometió, pero vieron lo prometido a lo lejos, en el futuro, aceptando ser inmigrantes y refugiados en la tierra”.

Y, ¿qué tal tu fe?

¿Está diseñada para durar toda la vida?

¿Estás decidido “de por vida” para con el Señor Jesucristo… “venga lo que venga, quédese lo que se quede, y piérdase lo que se pierda”?

“Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” (Ap.2:10), nos ha prometido el Señor.


ANHELANDO LA PATRIA “POR VENIR”

Resumiendo: Es fácil concentrarnos solo en nuestra realidad temporal, pero al no ser perfecta nos desanimamos. Por eso debemos disfrutar siempre nuestra esperanza celestial y gozar nuestra posición espiritual, lo cual tiene el poder de impartir el gozo más insuperable.

En Cristo somos “inmigrantes y refugiados” espirituales.

“Inmigrantes”, porque nos estamos trasladando de un lugar a otro por necesidad. Vamos hacia el cielo, porque de allí emanan nuestros recursos vitales para subsistir.

Pero también somos “refugiados”, porque nos desplazamos por razón de nuestra seguridad, siendo acogidos oficialmente por un país mejor, en donde se nos ofrece estatus legal y protección, por simple buena voluntad.

Nuestra ciudadanía celestial tiene muchos beneficios. ¡No tiene altibajos, como la vida terrenal, y nos convierte en personas en condiciones especiales!

Basemos, pues, todo en esa vida, primero, y “recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia” (Heb.12:28).

Brillemos como faros de luz en un mundo de oscuridad, guiando a otros hacia la verdad, representando dignamente la fe del cristiano en su máxima expresión.


Por

ARIEL ROMERO LÓPEZ

Pastor General - Ministerio Vino y Aceite Internacional

(c) 2024


——


Nota:

Muchas de las frases usadas “entre comillas” son citas exactas del mismo versículo de Hebreos 11:13 tomadas de diferentes versiones bíblicas.

Versiones bíblicas consultadas:

La Biblia de las Américas (LBLA)

Biblia del Jubileo (JBS)

Dios Habla Hoy (DHH)

Nueva Biblia de las Américas (NBLA)

Nueva Biblia Viva (NBV)

Nueva Traducción Viviente (NTV)

Nueva Versión Internacional (NVI)

Nueva Versión Internacional (Castilian) (CST)

Palabra de Dios para Todos (PDT)

La Palabra (España) (BLP)

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

Reina Valera Actualizada (RVA-2015)

Reina Valera Contemporánea (RVC)

Reina-Valera 1960 (RVR1960)

Reina Valera Revisada (RVR1977)

Reina-Valera 1995 (RVR1995)

Reina-Valera Antigua (RVA)

Spanish Blue Red and Gold Letter Edition (SRV-BRG)

Traducción en lenguaje actual (TLA)


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© Ariel Romero Lopez

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