Llegar al final de nuestra vida no representa un logro en sí, porque es un suceso inevitable; se trata más bien de la manera en que llegamos. No es si voy a llegar, es cómo voy a llegar allí.
A menudo, lo que representa más desafío para el cristiano promedio no es el momento de la muerte, sino el poder vivir victorioso cada día de su vida. En Cristo y por su sangre preciosa estamos más asegurados en el momento de nuestra muerte que bajo el riesgo espiritual de nuestra vida aquí, ya sea de pecar, de resbalar, de abandonar o de dudar, o simplemente dejarnos llevar por la corriente de este mundo o sucumbir ante alguna persecución: Por esto la Biblia dice: “Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” (Ap.2:10).
Y con esto no queremos decir que vamos a vivir asustados bajo una fe frágil, “porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios, no por obras, para que nadie se gloría” (Ef.2:8,9); y “no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia” (Rom.9:16).
Mas bien debemos vivir nuestro peregrinaje temporero por la tierra confiando en el perdón y en el poder de Dios que nos sostiene, no teniendo miedo de perder nuestra salvación, a cada instante, si nosotros nunca la despreciamos.
EL EJEMPLO DE LOS SE HAN IDO
Recuerdo las últimas palabras que nos dijo mi madre cuando estaba en su lecho de muerte, sabiendo que su tiempo había llegado y que estaba lista para partir con su Señor: “¡Sean fieles!” ¡Sean fieles!” Con esta exhortación usó sus últimas fuerzas. Con su último aliento de vida nos recordaba lo que Dios esperaba de nosotros (y también lo que ella esperaba como una madre que nos crió en la Palabra de Dios). Allí pudimos conocer y entender su corazón, cuánto ella anhelaba que jamás nos apartamos de la fe cristiana ni del Camino del Evangelio que nos había inculcado, con tanto amor y cariño pero sobre todo con su ejemplo de integridad. “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Pr.22:6). Ella había llegado al fin de su carrera, y ahora nos tocaba a nosotros.
Debemos fijarnos en ejemplos similares, en el modelo de los que guardaron la fe en Cristo hasta el final de sus días. Debemos de buscar imitar personas que con su permanencia en medio de las pruebas y de las grandes luchas de esta vida se mantuvieron creyendo en Dios y alabando su nombre en todo tiempo. ¡Ellos lo han logrado! ¡También podemos nosotros!
San Pablo dijo: “Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (II Tim.4:6-8). “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios” (Heb.12:2).
Tenemos una meta que lograr, llegar hasta el final, así que nuestra motivación y mayor inspiración han de ser los que nunca se echaron para atrás ante la adversidad espiritual, y conservaron su relación con Dios y en su fe, ¡hasta lo último!
SOLO SI LLEGAMOS HASTA EL FINAL
Es tiempo de reflexionar acerca de nuestro caminar cristiano, si acaso estamos aquí sólo “mientras se pueda”, “mientras nos alcancen las fuerzas” o “a ver cómo se ponen las cosas más adelante”, o si por otra parte lucharemos comprometidos de por vida, ¡pase lo que pase, venga lo que venga, y quédese quien se quede! La Biblia es clara acerca de que la corona es para quienes llegan hasta el fin, no de los que comienzan la carrera para luego abandonar.
“Mas a los que se apartan tras sus perversidades, Jehová los llevará con los que hacen iniquidad; Paz sea sobre Israel” (Sal.125:5).
espíritu, añadiendo pecado a pecado!” (Is.30:1).
“¡Oh Jehová, esperanza de Israel! todos los que te dejan serán avergonzados; y los que se apartan de mí serán escritos en el polvo, porque dejaron a Jehová, manantial de aguas vivas” (Jer.17:13).
“¡Ay de los hijos que se apartan, dice Jehová, para tomar consejo, y no de mí; para cobijarse con cubierta, y no de mi
“Mas si el justo se apartare de su justicia y cometiere maldad, e hiciere conforme a todas las abominaciones que el impío hizo, ¿vivirá él? Ninguna de las justicias que hizo le serán tenidas en cuenta; por su rebelión con que prevaricó, y por el pecado que cometió, por ello morirá” (Ez.18:24).
“Los de sobre la piedra son los que habiendo oído, reciben la palabra con gozo; pero éstos no tienen raíces; creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan” (Lc.8:13).
“Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios” (Lc.9:52).
“Porque Demas me ha desamparado, amando este mundo, y se ha ido a Tesalónica” (II Tim.4:10).
CUIDA LA VIDA QUE ESTÁ EN TI
Precisamente porque valoramos lo que nos fue dado, debemos cuidar con extremas precauciones esa vida espiritual, esa relación vital con Dios, esa paz del alma. Debemos asegurarnos que el regalo de la vida eterna permanece con nosotros.
“Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él” (I Tim.3:15).
“Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.” (Fil.2:12,13).
“Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mt.7:23).
“Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado. Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno” (II Pe.2:20-22).
“No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él” (I Jn.2:15).
LA VICTORIA DE LA FE
¿Qué es ser fieles a Dios? ¿Qué significado e implicaciones tiene esto? La victoria del cristiano no consiste solamente en guardar su vida libre de actos pecaminosos, sino en guardar intacta (y aún mas fuerte) su fe interior anclada en nuestro Salvador, y mantenerse en su Camino aun en medio de la adversidad y de las pruebas difíciles:
“Yo conozco tus obras, y dónde moras, donde está el trono de Satanás; pero retienes mi nombre, y no has negado mi fe, ni aun en los días en que Antipas mi testigo fiel fue muerto entre vosotros, donde mora Satanás” (Ap.3:8).
“Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre” (Ap.3:8).
Hay cinco promesas de Cristo para los fieles en el Apocalipsis:
“Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios” (Ap.2:7).
“Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe” (Ap.2:17).
“Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones” (Ap.2:26).
“Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo” (Ap.3:12).
“Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono” (Ap.3:21).
MÁS QUE VENCEDORES
Por el poder sobrenatural que está en nosotros (y no por nuestras propias fuerzas) somos considerados verdaderos vencedores contra todo lo que venga en esta vida. Lleguemos al final de nuestra carrera victoriosos para disfrutar una vida con Dios por la eternidad.
“¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Rom.8:35-39).
“Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén” (Ef.3:20,21).
“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil.4:13).
Por ARIEL ROMERO LÓPEZ
Pastor General - Ministerio Vino y Aceite Internacional
(2022)
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30 VERSÍCULOS ACERCA DE LA MUERTE Y LA VIDA ESPIRITUAL
Jn.5:24
I Jn.3:14
I Cor.15:54,55
Heb.9:27
Fil.4:13
Ef.3:20,21
Rom.8:35-39
Rom.9:16
Ap.2:7,17,26
Ap.3:8,21
Heb.11:32-40
St.5:10,11
Mt.7:23
Fil.2:12,13
I Tim.3:15
I Jn.2:15
I Tim.4:10
Lc.9:52
Lc.8:13
Ez.18:24
Is.30:1
Jer.17:13
Dt.18:10-15
Sal.125:5
Pr.22:6
Heb.12:2
II Tim.4:6-8
Jn.17:17
Ef.2:8,10
Fil.1:21-26
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