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YO CONOCI A HECTOR DE LA CRUZ

Héctor de la Cruz (1955-2008), evangelista internacional, debo reconocer, dejó una huella imborrable en mi vida y en mi ministerio. Un hombre que me demostró en vida que se podía pagar un precio de ayuno y oración para llegar a moverse con naturalidad en los 9 dones sobrenaturales del Espíritu Santo a beneficio de las personas necesitadas.



Sacado de una vida de adicciones, fue escogido por Dios como testimonio de que “lo más vil y menospreciado escogió Dios para avergonzar a lo sabio” (I Cor.1:27,28).


Lo vi ministrar muchas veces en vivo y trataba de comprar todos sus videos de milagros, los cuales he visto decenas de veces. Sentí palpablemente la unción, presencia y poder de Dios en mi vida personal cuando él ministraba.


En un tiempo, Héctor y yo pertenecimos al mismo Ministerio durante varios años, cuando trabajábamos bajo la cobertura espiritual del Rev. Miguel Serrano, aquel sabio pastor puertorriqueño que dirigía el “Ministerio de Acción” desde Lorain, Ohio, Estados Unidos. En ese entonces, el pastor Serrano nos entrenaba, movilizando a más de 70 pastores en el evangelismo transnacional con el plan de impactar las naciones de América Latina.


Al igual que Héctor, llegué a viajar con varios de estos evangelistas a varias ciudades, y llegamos en alguna ocasión hasta la República de Venezuela, aunque no me tocó llegar al mismo tiempo que Héctor estuvo allí.


Sin embargo, sí tuve el privilegio traerlo a México. En especial recuerdo una de mis propias Campañas de Milagros “bajo carpa”, en la que Héctor concluyó con dos días marcados de poderosos milagros visibles del poder de Dios sanando a los enfermos.


¿Cuál era el secreto de la gran unción sobre la su vida de Héctor De La Cruz? Al igual que él, todos los portadores de una Credencial Ministerial expedida por el pastor Serrano, teníamos la encomienda de “levantar una torre de clamor”, que consistía en levantarnos todos los días a las 5 de la mañana para rogar a Dios la manifestación de los 9 dones del Espíritu Santo durante las reuniones en las que predicábamos. Serrano mismo era el ejemplo vivo de este clamor, poniéndonos el ejemplo de intercesión cuando viajábamos con él; y bajo esta enseñanza, Héctor se hizo un hombre de oración, de vigilias, de ayunos y de intercesión. El pastor Serrano dijo en una ocasión, refiriéndose a la forma tan notable en la que Dios usaba a Héctor: “Hay un secreto en este varón: Se levanta todos los días a las 5 de mañana, y ora a Dios, diciendo - He aquí el vaso de barro. ¡Haz conmigo como tú quieras!-” .


A pesar de todas sus flaquezas humanas y traspiés, siempre recordaré la relación ministerial que nos unió y la marca indeleble que dejó en la forma en la que conozco a Dios y experimento su poder en mi vida. Ahora conozco que Dios es un Dios de milagros, un Dios que puede hacer absolutamente todas las cosas (siempre y cuando le pida con todo mi corazón), un Dios bueno que me puede conceder fuerte unción para ayudar a los necesitados... un Dios que dice “pídeme y yo te daré”, y “me hallan lo que temprano me buscan”.


(c) 2020 Ariel Romero López



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